Tras los pasos de Guevara
Han transcurrido cerca de 55 años desde que Ernesto Guevara de la Serna, mejor conocido como “El Che”, dejara su cuerpo material en Bolivia. Se dice que uno de sus últimos deseos tuvo que ver con la corrección de una falta de ortografía que observó en una escuela rural. Bajo una estirpe que pocas veces ronda la faz de la tierra, al igual que una férrea convicción por alcanzar cierto estado de congruencia entre lo que se habla y se actúa, Guevara fue nutriendo un espíritu revolucionario a partir de una observación directa con las realidades.
Lector implacable desde una temprana edad, en el cual las enciclopedias nutrieron un conocimiento holístico. Tal adicción recorrió toda su existencia, quizá algunos recuerden la imagen donde Ernesto se encuentra en la copa de un árbol leyendo plácidamente en plena revolución cubana. Incluso Paco Ignacio Taibo II, publicó hace tiempo un excelente libro intitulado “El cuaderno verde del Che”, que recupera diversos poemas y cuentos que «El Che» tenía en el momento de ser capturado.
Un hombre de acción, cuya principal aspiración radicaba en fabricar las condiciones de libertad en numerosos países, sin que para ello se instalara en el poder eternamente; vio eclosionar sus más íntimas aspiraciones ante un mundo que imponía paradójicamente el mismo anhelo de libertad, bajo senderos de consumo. Los últimos días del Che en Bolivia constituyen una muestra tangible de la soledad que habita el pensamiento crítico, pero también del compromiso que existe en llegar hasta las últimas consecuencias. Estoy convencido que Guevara no reparó en el número de seguidores como condicionante a su forma de pensar, ya que lo que importaba e importa, es el terreno interno donde se define la manera en la que se quiere observar el mundo.
De esa forma, intentar seguir los pasos del Che es un proyecto a largo plazo, que requiere en estos momentos históricos el uso de herramientas distintas a las armas. Urge un cuestionamiento del papel que jugamos como humanos, como juristas, al igual que un posicionamiento lo más consciente que se pueda, ante la terrible situación que muchas personas viven en esta tierra. En esa medida, tengo el enorme gusto de notificar la presentación oficial del Centro de Investigación y Estudios Críticos en Derecho (CIECDER) en Perú. Los hermanos peruanos han permitido abrir fronteras a un proyecto crítico que busca construir un discurso jurídico alterno al hegemónico. Agradezco las atenciones de Rodrigo Portillo, quien desde un inicio ha fungido como un activo miembro del pensamiento alterno. Estoy seguro que en el marco del seminario intitulado “¿Humanización de la justicia penal?”, estaremos en posibilidad de continuar con los pasos de mi querido Che.