Exponer la palabra frente a un ser humano como Raúl, representa un acercamiento hacia la sencillez. Al leer el extenso curriculum que engalana su trayectoria profesional y de vida, queda una sensación extraña consistente en no localizar algunos de los ingredientes que considero son los más destacados. En el papel, se dice que ha sido diputado, voz de radio, juez, ministro de la Corte Suprema en Argentina, juez de la Corte Interamericana de Derechos Humanos, pero que su mayor pasión implica la investigación. El relato también nos dice que ha recibido numerosos doctorados honoris causa y, que, en su manos, las letras se sienten cómodas al reflejar un poco de sensatez, sobre un mundo que poco a poco la pierde.
Sin embargo, el CV no permite adentrarse en la genialidad de sus relatos, y mucho menos nos faculta para captar, en las pausas que emite, la intensidad de lo expuesto. Ante ello, decidí emprender un viaje a la Argentina, con la firme intención de presenciar cara a cara, el desfile de ideas y anécdotas que me permitieran cimentar las bases para la creación del Centro de Investigaciones y Estudios Críticos en Derecho (CIECDER). El resultado se vio reflejado el 13 de marzo, cuando acudí a su domicilio ubicado en el barrio Flores.
La conversación estaba amurallada por una colección impresionante de libros, lo que sin duda alguna constituye una muestra de lo que la mente tiene por decir. Sentados alrededor de una mesa de trabajo, y con la puesta en marcha del primer cigarrillo, iniciaron las preguntas sobre el mundo al revés, el papel que juega la filosofía del derecho, así como un nutrido grupo de temáticas que, estoy seguro, dejarán semillas para eventuales encuentros. Es importante mencionar que los temas abordados no pretenden encontrar una respuesta única. Por el contrario, son puertos que invitan a navegarlos, a surcar las diferentes olas que surgirán a partir de la mirada que se deposite en ellas.
