31 de agosto de 2022
Hace algunos minutos me enteré de la muerte del Dr. Carlos María Cárcova. Su partida marca una ausencia que refleja de forma brutal la enorme fuerza, talento y congruencia que enmarcaban su persona. Tuve la fortuna de ser su alumno en clases magistrales en las cuales no hacía falta una presentación en power point, sino que bastaba el simple discurso de su energético carácter para cautivar a todos los presentes. Solía emprender una lucha férrea contra el pensamiento rígido, le exacerbaban las frases que referían claridad o esencia en la manera de entender el mundo. Su andar marcaba la pauta para seguirlo, pero con la consigna de emprender un vuelo propio.
Fue mi director de tesis en la Maestría en Magistratura, dedicándome el tiempo que yo estimara necesario para concluir ese proyecto. Las visitas eran en el Instituto Gioja, bajo un olor a libros y madera. Siempre perspicaz, con una mirada inquieta que invitaba a seguir reflexionando.
Con una tez rosa, impregnada de crítica, me narraba constantemente la necesidad de que el derecho se relacionara con otras áreas del conocimiento. De tal magnitud fue su acompañamiento, que lo traje a México, específicamente a la Universidad Autónoma de Querétaro. Las ponencias fueron excepcionales, con un toque de humor en ellas, así como en aquella búsqueda constante por probar buenos vinos, así como cuchillos que coleccionaba.
Sin saberlo, como suele acontecer, este 2022 marcó la temporalidad de nuestro último encuentro. Encumbrados en su departamento en Buenos Aires, la charla fluyó en múltiples direcciones, mencionándome, al final de esta, que nuestras generaciones son las que heredan el compromiso de pensar al derecho desde una postura crítica, capaz de rescatar los relatos perdidos por cientos de generaciones.
Linda transición querido maestro.